NUESTRA HISTORIA

Publicado el 7 de septiembre de 2023, 16:14

Hacía poco que había nacido. Allá por el 2013, un caluroso día de agosto, un humano me encontró en mitad del asfalto a más de 40ºC.

Yo no recuerdo nada de cómo llegué ahí. Seguramente mi mamá me trasladara a un sitio más seguro cuando algo de fuerza mayor ocurriría, para que me dejara allí.

Me llevaron a una casa y me dieron de comer pavo, que me supo a gloria. Seguidamente me llevaron a una clínica veterinaria donde definitivamente me cambiaría la vida.

Allí estaba, fue como un flechazo a primera vista. Ella ya se iba para casa cuando al entrar a la consulta para dejar sus llaves, me vio. Ambos tuvimos mucha suerte por estar ahí en ese preciso momento...

Ella es veterinaria. Siempre, desde niña, estuvo rodeada de animales. También tuvo la suerte de tener un padre “muy bichero”. Su madre no tanto, y la condición que puso era que no podían entrar en casa.

Hacía años que no convivía con animales, desde que empezó la carrera. Después conoció a su pareja, que tampoco quería animales en casa. Ella siempre vivía con la esperanza de que cuando consiguiera salir del piso y vivir en una casa con jardín, volvería a tener gato. Lo del perro era más difícil, así que se conformaba con un gato.

Pero yo aparecí justo unos meses después de que se mudara a una casa con jardín. Maravillas del destino 😊

Oí mientras estaba entre sus manos, que me llevaría con ella pero que dependía de lo que dijera su pareja... desde ese momento supe que nada nos separaría.

Al llegar a mi nueva casa, me ubicó en un baño grande que sería mi “zona segura” durante los próximos meses. La primera noche la pasé entera maullando para que vinieran mi mamá y mis hermanos, yo no entendía nada... Y creo que eso no ayudó nada a convencer a la pareja de mi humana para que formara parte del hogar...

El acuerdo fue que yo viviría en el garaje y jardín. Fue la única manera de que pudiera quedarme, pero mi humana me metía en casa siempre que su pareja no estaba.

Una vez que tuve todas mis vacunas y me esterilizaron, tuve libertad durante el día y por la noche me guardaban en el garaje. A mi eso no me gustaba nada, pero me engañaban con esa latita tan rica que me ofrecía a diario.

Un día descubrí que al otro lado de la valla había conejos... y fue mi perdición. Estaban tan ricos... mejor que las latas de mi humana. Y me dediqué a pasar las horas estudiando sus movimientos para cazarlos.

Cuando me aburría de conejos, me iba de exploración, y a veces, tenía que defender mi territorio de intrusos.

Durante el primer año hubo noches que se me fue de las manos, y no aparecía hasta por la mañana para disgusto de mi humana.

Cuando cumplí el primer año hubo cambios en casa, la pareja de mi humana ya no estaba por allí y yo pasaba más tiempo dentro de casa. Ya no dormía en el garaje, dormía con ella entre sus piernas.

Pero ese verano fue movidito. Resulta que muchas noches no volvía a casa, pero siempre por la mañana estaba esperando a que me abriera y me pusiera esa lata rica. En una ocasión la lie parda y no volví, tampoco por la mañana, así durante 5 eternos días para mi humana que a todas horas salía a buscarme agitando mis chuches favoritas, y nada... no aparecía.

Yo no recuerdo muy bien lo que pasó, supongo que me metí a cotillear en algún garaje o casa y me quedé encerrado mientras ellos estaban de vacaciones. No lo sé la verdad, lo que si se es que mi humana lo pasó fatal, y que cuando me vio lloró como nunca.

Otro día se me ocurrió subirme a un árbol siguiendo un pajarito o escapando de un perro, tampoco lo recuerdo bien, y cuando quise bajar, no podía. Me puse a maullar, pero nadie me oía. Cuando llegó mi humana me oyó a lo lejos, y se puso a buscarme. Yo estaba como a mitad de la calle. Cuando me encontró tuvo que ir a por una escalera y subirse muy muy alto, la pobre sin ayuda y casi se cae. Recuerdo que pasaron unas mujeres y les pidió ayuda, pero no le hicieron caso, la miraron como a una loca... Logró engancharme de una pata y tirar de mí, me llevó a casa y volvió a por la escalera... menudas aventuras que le hago pasar...

Esto le llevó a no dejarme salir tanto... pero cuando me dejaba yo era tan feliz, que al final siempre me salía con la mía.

En el verano de 2015, ocurrió el evento más traumático de mi corta vida. Me dispararon. Mi humana llegaba de trabajar a eso de las siete de la tarde. Vio en el escalón de la entrada a casa una mancha de sangre. Comenzó a llamarme, pero yo no aparecía. Dio una vuelta por toda la casa y nada. Miró de nuevo en el garaje y vio otra gota de sangre. Me llamaba, pero yo no podía ni maullar del dolor tan enorme que tenía. Me habían disparado en el codo izquierdo y me lo habían hecho añicos. Siguió el rastro de sangre y me encontró escondido detrás de unas cajas y jadeando. Ella no sabía que me había pasado, rápidamente me metió en el transportín y me llevó a su trabajo. Esa media hora de trayecto fue un infierno para ella, pensaba que me moría, no sabía si me había atacado un perro o me había atropellado un coche.

Ya en la clínica me sedaron para que no me doliera más y me hicieron unas radiografías. Tenía plomos hasta en el tórax, me habían disparado al corazón, pero tuve la suerte de que mi codo interfiriera en la trayectoria. Tenía una fractura horrorosa y llena de metralla. A los días me estaban operando, me pusieron una placa y me quitaron toda la metralla posible. Desde entonces de vez en cuando mi humana me llamaba RoboZen, una vez pasado el susto claro.

La cirugía fue bien, pero la movilidad de mi codo era reducida, hasta que un intruso perruno llegó a nuestras vidas... Mi humana conoció a un chico que tenía un Braco Alemán. Hacía ya mes y medio que me habían operado y, un día vino a casa ese perraco nervioso... A mí los perros no me dan miedo, ya me ha tocado plantar cara a algún que otro Pastor Alemán del barrio.

El caso que este braco no me caía mal, pero se movía demasiado rápido. Y así rehabilité mi pata izquierda, dándole manotazos cuando se pasaba de la raya.

Hoy hasta dormimos juntos de vez en cuando... huele a perro, pero es majete. Menos cuando nos disputamos el regazo de nuestra humana...

Ese año le fastidié las vacaciones a mi humana, pero ella no me lo tiene en cuenta.

Mis aventuras no acaban aquí, resulta que el año siguiente me peleé con un invasor y salí mal parado, me salió un absceso en el moflete porque me mordió. Mi humana me llevó de nuevo a su trabajo para curarme y me hizo unos análisis por si me habían pegado una inmunodeficiencia, que era de lo único de lo que no nos pueden vacunar a los gatos. Para su desagradable sorpresa, di positivo, ¡pero a leucemia... ups!

Otra llantina que le entró... pero ¿cómo podía ser si estaba vacunado? Pues mi humana me explica que nunca sabremos si fue una reactivación o un fallo vacunal por una inmunidad deficiente.

El caso es que ahí empezó un maremágnum de análisis tras análisis en los que no negativizaba, y solo oía decir que era una leucemia progresiva... y eso sonaba muy mal... Yo me encontraba bien y quería seguir con mi vida cazadora y exploradora.

Pero algo cambió, ya pasaba todo el día en casa, solo salía a ratitos cuando mi humana no trabajaba y estaba en casa. Ya no me dejaban explorar. Me ponía muy nervioso y ni el dichoso Feliway me tranquilizaba... la leucemia no me iba a matar, pero la depresión sí.

Mi humana, a pesar de lo que la teoría dice y en contra de lo correcto (supongo porque vivo en una zona bastante aislada), me sigue dejando salir, tengo ya diez años y he seguido dándole disgustos, entre otros un mycoplasma sanguíneo, un calicivirus oral y una bronquitis por Pasteurella. De todo he salido airoso, mi humana dice que no gana para disgustos, pero que la felicidad que muestro al ser semilibre lo compensa todo.

El tiro en el codo me ha traído mucha artrosis, pero me están poniendo una inyección al mes (que odio) que hace que sienta como un chaval, ¡no me duele nada!

Espero seguir dando mucha guerra a mi humana, parece que mi leucemia progresiva se está saliendo de la norma... ojalá que por mucho tiempo.

Ahora ya no me apetece tanto salir, estoy más caserito, se lo debo a mi humana que lleva ya mucho sufrimiento conmigo.

Esta es nuestra historia, que, a pesar de las enfermedades, es plena y placentera y, sobre todo, llenísima de amor y devoción. Mi humana me quiere con locura, no he podido tener más suerte, y es que hasta para ser gato, hay que tener suerte y caer en buenas manos.

 

P.d. en otro rato os cuento lo que me gusta abrazarme a las piernas de mi humano. Eso sí que tiene Feliway y no el difusor.